Posteado por: samuraiquark | octubre 14, 2007

Viaje Interestelar (II)

Projecto Orion

Como prometí en el anterior artículo Viaje Interestelar (I), voy a dedicar una serie de artículos a analizar algunas de las posibilidades que tenemos de realizar un viaje interestelar. Por supuesto, lo haremos desde un punto de vista científico, sin pretensiones y aliñado con algo de imaginación, pues alguna de esas posibilidades casi parece autentica ciencia ficción.

El Proyecto Orión

Aunque seguramente este proyecto ya os suena, comenzaré esta serie de artículos hablando de él, ya que se trata de una de las posibilidades tecnológicamente más plausibles. A finales de los 50 surgió este proyecto dirigido por el físico Theodore Taylor y basado en una idea original de Stanislaw Ulam y Cornelius Everett. El método de propulsión propuesto, denominado Propulsión Nuclear de Pulsos, consistía en lanzar bombas atómicas en la parte trasera de la nave seguidas por discos formados por combustible sólido, de forma que al estallar las bombas, se vaporizaría todo el combustible convirtiéndose en plasma caliente, parte del cual, empujaría a la nave. Esta idea sufrió una modificación posterior, de manera que en lugar de utilizar discos de combustible sólido, la bomba seria combinada directamente con aquel. El combustible elegido para la ocasión era el plástico que, al descomponerse, forma átomos de hidrógeno y carbono que se mueven a gran velocidad cuando se encuentran a altas temperaturas.

El plasma caliente no incidiría directamente sobre la nave, algo nada agradable, sino sobre un disco antichoque con amortiguadores que transmitirían suavemente el impulso al resto de la nave, evitando así que la tripulación muriese debido a las enormes aceleraciones. Evidentemente uno de los principales problemas que nos encontramos con este diseño es si el disco antichoque es capaz de soportar las elevadas temperaturas del plasma al incidir sobre el y durante cuanto tiempo.

Se llegaron a realizar diversos experimentos para determinar su viabilidad llegándose a la conclusión de que materiales como el aluminio o el acero podrían soportar las continuas oleadas de plasma siempre y cuando la exposición a las mismas fuese de una centésima de segundo en cada explosión, no siendo necesario ningún mecanismo para enfriar el disco. También llegaron a probarse prototipos de disco antichoque con explosivos convencionales que demostraron que este tipo de propulsión podía ser estable.

Las bombas, de 0,1 a 10 kilotones, estaban pensadas para explotar cada pocos segundos e imprimir así una aceleración a la nave pero… ¿que ocurriría si se producía un fallo en el eyector de bombas? La nave sin duda sufriría un terrible accidente, así que otro de los puntos críticos de este diseño es el eyector de bombas, que debía ser fiable al 100%. Aunque también cabía la posibilidad de incluir más de un eyector, de forma que si uno fallase, quedasen otros de reserva, aunque esto pudiese suponer un descenso en la frecuencia de lanzamiento de las bombas ralentizando el impulso de la nave.

Inicialmente este tipo de propulsión se ideó para sustituir a los cohetes químicos convencionales, que tenían un coste elevado para la poca carga que podían llevar al espacio, y realizar viajes a la Luna, Marte y Saturno con mucho menos combustible, aunque posteriormente se pensó en ella como una posibilidad para realizar viajes interestelares. La nave podría, entonces, ser acelerada a 1g durante la mayor parte del trayecto, creando así una gravedad artificial equivalente a la de la Tierra, y alcanzar una velocidad final en torno al 5%, o incluso el 8%, de la velocidad de la luz. De este modo un hipotético viaje a la estrella más cercana sería factible.

Sin embargo el tratado de prohibición de ensayos nucleares por un lado y la reorientación de la NASA a proyectos civiles por el otro, relegaron a este proyecto al olvido.

Tecnológicamente hablando, este tipo de nave podría ser construido, pero presenta otro problema: utilizar bombas de fisión contamina con radiación el entorno.

Quizá podría lanzarse la nave directamente desde una base en el espacio o en la Luna, pero en este caso la contaminación por radiación solo se traslada de lugar, y además, está el hecho de que hay que trasladar un buen puñado de bombas de fisión al espacio.

De todas formas, el número de bombas que se pueden transportar en una nave es limitado, así que ¿Cuantas bombas serían necesarias para realizar un viaje de ida y vuelta a la estrella más cercana?

Después de todo, posiblemente deberíamos echarle un ojo a otras opciones antes de decantarnos por esta ¿no creen?

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Respuestas

  1. no dejes de escribir!!!!

  2. Hola Javier. No lo he dejado, tan solo lo he pospuesto momentaneamente. Pronto llegarán más artículos. De hecho, ya estoy preparando el siguiente.

  3. […] finalmente se optó por utilizar un cohete nuclear de pulsos, que ya se había estudiado para el Proyecto Orión, con la salvedad de que en esta ocasión, en lugar de reacciones de fisión nuclear, el sistema de […]

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  7. Amigos que pena no ser matematico, pero el problema de peso por bombas puede ser atacado con un motor que realize la fusion con elemetos del entorno (hidrogeno) pero claro hablar y hacer es muy distinto.

  8. Norman, quizá te interese el artículo de Viaje Interestelar VI, donde se habla de como utilizar el hidrógeno del entorno. Saludos.

  9. […] Medusa, hoy, es también una evolución del concepto de Propulsión Nuclear de Pulso, ideado para los viajes interplanetarios e interestelares, que intenta resolver algunos problemas presentes en proyectos previos, basados en la misma idea, como el proyecto Orión. […]


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